2024 Go Red for Women, Clase de Sobrevivientes: Chantrise Holliman
Chantrise Holliman solía ser una corredora entusiasta hasta que sufrió un ataque cardíaco y complicaciones graves que cambiaron el rumbo de su vida. Le amputaron ambas piernas y ahora comparte un mensaje de esperanza y sanación con todas las personas que conoce.
Chantrise Holliman de Savannah, Georgia, siempre llevó un estilo de vida activo. Al cumplir 45 años, era la viva imagen de la salud mientras entrenaba para una media maratón.
“Salía a correr cinco millas (8 km) a las 5 a. m.”, comentó. “Bebía muchísima agua. Comía muchísima col rizada. Lo hacía todo”.
Por eso cuando un día despertó con dolor en el pecho en 2018, supuso que se trataba de gases por la cena de la noche anterior. Intentó levantarse de la cama, pero le dieron náuseas al instante y apenas pudo moverse. Su esposo se preocupó y llamó al 911.
Cuando llegaron los paramédicos, determinaron que estaba sufriendo un ataque cardíaco. La llevaron rápidamente al hospital más cercano.
“Recuerdo que me cargaron en la ambulancia”, dijo. “Recuerdo a mi esposo sentado ahí afuera, preparándose para subirse al auto, totalmente desconcertado y desaliñado. Recuerdo el trayecto en la ambulancia. Recuerdo el sonido de las sirenas”.
La afección cardíaca de Chantrise se complicó tras años de vivir con lupus, una enfermedad autoinmune.
“Mi sistema inmunológico estaba rechazando todos los medicamentos que me daban para salvarme la vida”, comentaba. “Mi corazón se detenía, nadie podía conseguir que siguiera latiendo”.
Más tarde se enteró que su corazón “se detuvo” varias veces y que los médicos usaron palas con descargas eléctricas, cada vez más fuertes, para poder estabilizar correctamente sus latidos.
Mientras se recuperaba en la unidad de cuidados intensivos, lo primero que pensó fue en sus piernas, en especial por qué no respondían. El personal de enfermería le decía que se debía a que había estado inmóvil, pero que las piernas estaban bien.
También había disminuido el flujo sanguíneo a las extremidades debido a los medicamentos que le administraban. También padecía el síndrome de Raynaud, que disminuye el flujo sanguíneo a las partes externas del cuerpo.
Como consecuencia, los pies, las puntas de los dedos, las orejas y la nariz estaban totalmente cianóticos. Luego se le infectaron las piernas y el cirujano dio noticias devastadoras.
“El médico entró y dijo, ‘Tendremos que amputar,’” contó Chantrise. “Recuerdo que pensé, ‘Vine por un ataque cardíaco. ¿Qué quiere decir, me amputarán?’”
En la primera cirugía, le amputaron los dedos del pie izquierdo y la pierna derecha por debajo de la rodilla. Como la infección no cedía, debieron operarle varias veces el pie izquierdo y, además, debieron amputarle la pierna derecha por encima de la rodilla. Cuando le dijeron que le esperaban al menos cinco cirugías más, ella decidió no esperar a que termine el tratamiento y le amputaron la pierna izquierda por debajo de la rodilla. Fue muy difícil adaptarse a su nueva vida tras haberse amputado ambas piernas. Dedicó meses a la rehabilitación y se sometió a varias cirugías más.
“Tenía que resolver cómo seguir viviendo mi vida, y con toda honestidad, no quería vivir”, afirmó. “Estaba devastada”.
Reconoce el fuerte apoyo que recibió de familiares y amigos que la ayudaron a transitar momentos muy difíciles. La entereza de su hija también ayudó en una etapa crítica de su recuperación. A tan solo unas semanas de dejar la rehabilitación, Chantrise intentó librarse de una promesa que había hecho para festejar los 21 años de su hija.
“El año anterior, le había prometido que saldríamos por unos Bellinis y unas mimosas para festejar”, dijo. “Hice todo lo posible por evadirlo, ¡pero mi hija no podía soportarlo! Esa fue la primera vez en que se dirigió a mí de una manera muy específica para sacarme de casa”.
Arriesgarse a salir de su zona de confort fue exactamente lo que Chantrise necesitó. La hizo darse cuenta de que quería recuperar su vida. Entonces, Chantrise, ahora con 51 años, reevaluó su estilo de vida antes del ataque cardíaco. Entendió además que, al no controlar una enfermedad preexistente como el lupus, estaba poniendo en riesgo su corazón.
“Estaba haciendo todo lo que supuestamente debía hacer, pero no estaba haciendo lo más importante”, dijo. “No dormía lo suficiente. Me expuse al estrés. De verdad necesitaba someterme a un tratamiento. No lo hacía”.
Chantrise también dejaba sus necesidades para el último.
“Era esposa. Era madre. Era educadora, y estaba tratando de ascender en las clasificaciones. Era la persona que llegaba a primera hora de la mañana. Y era la última en irme. Si me necesitaban para hacer algo, ir a algún lado, hacer lo que fuera, era la persona indicada”.
Esa dedicación al resto estaba afectando su salud. Incluso uno de sus médicos la fastidiaba, “Solo me visitas cuando te colapsa el cuerpo”. Por eso hizo algunos cambios y empezó a darse prioridad, en parte gracias a algo que escuchó en la celebración de vida de la madre de un amigo.
“En el funeral, dijeron, ‘Se amaba mejor a ella misma para poder amar más a los demás’. Ese es mi mantra ahora. Debo amarme mejor para poder amar más a mis seres queridos”.
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