Mujer real del 2023: Leslie Jordan
Leslie Jordan buscaba una carrera más gratificante cuando abandonó la banca hipotecaria e ingresó a la escuela de derecho. Se graduó y se casó el mismo año, y quedó embarazada un año y medio después. Planeaba regresar a su trabajo en una firma jurídica después del nacimiento del bebé, pero su antigua vida desapareció en un instante.
Dos días después del parto, la madre primeriza de 33 años sufrió varios ataques o derrames cerebrales graves, convulsiones bastante intensas y, posteriormente, dos o tres ataques cerebrales leves, además de convulsiones. Esto puede haber sido causado por complicaciones derivadas de la preeclampsia, o hipertensión arterial gestacional, que presentó en el tercer trimestre. Ella recuerda haber despertado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y darse cuenta de que solo podía mover una parte de su cuerpo, la cual se encontraba bastante debilitada.
“Es como si me hubieran arrebatado todo”, indicó Jordan, quien ahora tiene 38 años y es residente de Charlotte, Carolina del Norte. “Tuve que literalmente dejar atrás mi antigua vida y enfocarme en el presente para sobrevivir”.
El primer indicio de que había un problema fue un dolor de cabeza progresivo e intenso. Luego, Jordan sintió su cabeza pesada como si tuviera encima de ella una “bola de bolos o una casa”. El dolor no paró por 48 horas. Un miembro del personal de enfermería le hizo unas preguntas, corrió al pasillo y volvió con un neurólogo. Jordan presentaba una forma de hablar arrastrada y tenía problemas para comunicarse; además, sentía un dolor insoportable “como si me estuviera quemando”.
“Grité lo más fuerte que pude: ‘Estoy teniendo un derrame cerebral’”, contó Jordan.
Cuando despertó semanas más tarde, Jordan sintió que estuvo en un sueño. No sabía dónde estaba o lo que había pasado. Preguntó si había tenido un bebé. Ella veía como en un “caleidoscopio”. Tuvo que aprender a hablar nuevamente. Finalmente, abrazó a su hijo y agradeció estar viva.
Cuando abandonó el hospital, Jordan no estaba fuera de peligro. Esto se evidenció camino a casa.
“Las calles eran nuevas. Los letreros no tenían sentido. El automóvil en el que íbamos no parecía conocido. No sabía dónde estaba”, indicó. “Ni siquiera reconocía mi propio dormitorio. Pregunté, ‘¿Aquí es donde vivo?’ y pensé ‘Muy bien, si despierto mañana, quizás mi vida regresará’”.
Jordan continuó diciéndole a las otras personas que estaba bien, ya que no quería que se preocuparan o asustaran. Ella estaba en paz y se apoyó en la fe. También contó con el apoyo de su esposo y su familia durante un período que pasó de meses a años.
“Tardé un tiempo en darme cuenta de que era madre. Creo que podría decirse que mi maternidad no comenzó realmente hasta que mi hijo cumplió los 3 años porque no tenía la capacidad”, expresó. “Mi hijo y yo casi crecimos juntos. Aprendimos a caminar al mismo tiempo. Aprendimos a hablar al mismo tiempo.
Ahora que han pasado más de cuatro años desde su ataque o derrame cerebral, Jordan continúa en recuperación. Ella está en casa con su esposo con quien cuida a su hijo, asiste a citas médicas y continúa su rehabilitación. Por fuera, ella luce bien, pero su cerebro está dañado. Tareas cotidianas, como cepillarse los dientes, le consumen toda la energía del día. Ella se esfuerza por estar presente.
“No se trata de una fractura de brazo. Se puede ver un brazo fracturado”, indicó Jordan.
Cuando se enteró de que tenía preeclampsia, lo que ocurre en 1 de 25 embarazos, Jordan se sorprendió porque tuvo bastante cuidado durante el embarazo y se sentía bien. Les aconseja a otras mujeres que podrían recibir un diagnóstico de preeclampsia que lo tomen con seriedad. Ella sabe que las mujeres de raza negra presentan la tasa de mortalidad materna más alta y no desea que nadie sufra un ataque o derrame cerebral.
“Dios me regaló una segunda oportunidad. Hago lo mejor que puedo con ella”.
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