2025 Go Red for Women, Clase de Sobrevivientes: Tania Saiz
Tania Saiz recibió un diagnóstico erróneo antes de que una tomografía computarizada revelara que había sufrido un ataque o derrame cerebral. Ahora, celebra sus logros y anima a otras mujeres a conocer sus factores de riesgo particulares, reconocer los signos de un ataque o derrame cerebral y presionar para que las escuchen.
Tania Saiz estaba visitando a su hija Maya en Colorado cuando sus planes para una excursión matutina se truncaron. Tania vio un destello de luz en su ojo derecho, como un relámpago; se sintió un poco mal y pensó que se trataría de un dolor de cabeza. Después de ir hasta el sofá y acostarse bajo una manta, Tania siguió sintiendo un golpeteo bajo la manta, como si algo la estuviera golpeando.
Se levantó, caminó hasta la mesa de la cocina y notó que su brazo se movía solo. Luego, ya no lo sentía y le preguntaba repetidamente a su hija, “¿Dónde está mi brazo? ¿Dónde está mi mano?”. Unos minutos después, Tania se cayó y su hija de 19 años llamó inmediatamente a emergencias. El operador de emergencias le hizo preguntas a la adolescente para evaluar el estado de su madre: ¿Podía levantar los brazos? ¿Había sufrido alguna vez un ataque o derrame cerebral?
Ni esta neoyorquina de 47 años ni su familia se dieron cuenta de que podía estar sufriendo un ataque o derrame cerebral. Sus síntomas no eran los típicos.
Cuando los paramédicos llegaron aquel día de agosto del 2020, ataviados con el equipo completo de protección contra el COVID, fue intimidante. Le pidieron que dejara de mover el brazo, pero Tania insistió en que ella no lo estaba moviendo. Le preguntaron a Tania si había tenido alguna vez un ataque de pánico. Pensando en 10 años atrás, respondió que sí, pero que esto era diferente.
Tania viajó en una ambulancia sin luces ni sirenas y sin familia. Los paramédicos disuadieron a la hija de Tania de acudir al hospital, le dijeron que probablemente su madre estaba sufriendo un ataque de pánico y que podía ir más tarde.
En la sala de urgencias, el médico pensó que Tania tenía una migraña compleja con aura, un dolor de cabeza acompañado de alteraciones sensoriales que van desde ver destellos de luz y líneas en zigzag hasta sensaciones de hormigueo y dificultad para hablar. No se activó la alerta de ataque o derrame cerebral, pero se ordenó una tomografía computarizada.
Tania esperó más de tres horas a que le hicieran una exploración que confirmó que estaba sufriendo un accidente cerebrovascular isquémico. Como había que administrar un medicamento anticoagulante en un plazo determinado, esa ventana se había cerrado mientras Tania esperaba sola el diagnóstico correcto.
La única opción que quedaba era una trombectomía manual, una cirugía para extraer el coágulo. Los médicos llevaron a Tania al quirófano, donde intentaron sin éxito alcanzar el coágulo en el lado derecho de su cerebro. Tania se despertó en la unidad de cuidados intensivos sin poder utilizar el lado izquierdo del cuerpo debido a los daños causados por el ataque o derrame cerebral.
Una semana después, Tania fue trasladada a una unidad neurológica, donde sufrió un segundo episodio. Durante una revisión nocturna de los signos vitales, a Tania le pareció oír un fuerte ruido en su habitación. La enfermera no lo oyó, pero Tania seguía oyendo un silbido y decía que su almohada hacía ruido. Alarmada, la enfermera se marchó y regresó a los pocos minutos para llevar a Tania a realizarse una tomografía computarizada que reveló una conversión hemorrágica, o un sangrado cerebral. Una resonancia magnética realizada esa mañana indicó que el sangrado se había detenido, por lo que, afortunadamente, no necesitó cirugía.
Sin embargo, este episodio dejó a Tania con más entumecimiento en la cara y otras carencias. Al día de hoy, sigue sin sentir nada desde el hombro hasta el pie del lado izquierdo y sufre discapacidades no visibles que afectan a su memoria, organización y capacidad de pensar.
“Me cuesta entender qué lugar ocupa esa parte de mi cuerpo en el espacio”, explicó Tania, que ahora tiene 51 años.
Tras recibir el alta, Tania pasó un mes en Colorado en terapia del habla, terapia ocupacional y fisioterapia antes de regresar a Nueva York para continuar con estos tratamientos. Empezó a tomar nota de los pequeños logros para celebrarlos. Desde hace cuatro años, lleva un registro de todo lo que puede hacer cada día y que no podía hacer el día anterior, como atarse los zapatos o utilizar un cuchillo y un tenedor.
“Creo que es importante saber que el diagnóstico es solo eso, información, y puede ayudar a orientar la dirección futura, pero no es una señal de alto”, dijo. “No es algo que deba impedirte intentar alcanzar tus objetivos”.
Cuando Tania regresó a su casa en Nueva York, se sometió a una cirugía para cerrar un orificio en su corazón, conocido como persistencia del agujero oval (PAO), que los médicos descubrieron cuando estaba en la UCI. Las PAO afectan a millones de personas y pueden provocar un ataque o derrame cerebral.
Tania no está enfadada porque no diagnosticaran el ataque o derrame cerebral, sino porque le hubiera gustado que el médico hubiera dado la alerta y le hubieran hecho la tomografía computarizada antes. Se sentía desestimada y en desventaja por estar sola. Tania anima a los demás a que sean firmes defensores de sí mismos y lleven a alguien consigo, si es posible.
El proceso de rehabilitación de Tania también ha supuesto un reto a la hora de encontrar apoyo. “Confía en lo que sabes que le ocurre a tu cuerpo y no dejes que nadie desestime tu experiencia ni te diga que es otra cosa”, afirmó. “Presiona todo lo que haga falta hasta que te escuchen y te tomen en serio”.
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